miércoles, 13 de abril de 2011

QUÉ ES LA INFORMACIÓN

QUÉ ES LA INFORMACIÓN

Características de la información

La información no refleja la realidad. La imagen construye la realidad a partir de una serie de acontecimientos. La información es un proceso de transmisión de datos de una fuente a un destinatario.
La información, el elemento informativo que estructura la comunicación se caracteriza por los siguientes aspectos:

1.       Toda información es portadora de un significado y remite a una dimensión pragmática de la acción comunicativa.

2.       La información implica siempre un principio de Actualidad.

3.       La información tiene además un componente de Novedad que otorga valor al mensaje.

4.       La información estructura una relación entre una forma y un fondo, construye una serie de relaciones de código entre una figura - primer plano de la  comunicación - con un fondo y un contexto de la interacción. Por ello, en todo mensaje se puede identificar una forma y una trama de la situación comunicativa.

5.       El proceso de la comunicación porta un contenido mediante la organización de datos en unidades de significación. El resultado final es la información.

6.   Toda información comprende un proceso de selectividad mediante el cual los datos son discriminativos, se ordenan, se sistematizan y se reelaboran.

7.   El conocimiento y la calidad de la información depende de este proceso selectivo y de la articulación entre la forma y el fondo.

8.   La información implica, además, un principio de Inteligibilidad.

La presentación de la información a partir de los datos, las señales, los estímulos, los signos o los símbolos debe ser convencionalmente articulada y fácilmente decodificable.

El concepto de información

La idea de información nace asociada con el conjunto de actividades de la moderna sociedad de masas a partir del desarrollo de los medios, tecnologías y saberes profesionales de la infor­mación y la comunicación que periodistas, expertos en relaciones públicas y publicidad, productores de información y cultura y analistas e investigadores de la comunicación han venido desarrollando desde el primer tercio del presen­te siglo. En un primer momento, la información se consideró, y en la actualidad todavía se per­cibe, como el conjunto de técnicas y prácticas de selección, procesamiento, aplicación y difu­sión de textos, discursos y contenidos de actua­lidad. Pero esta forma de considerar lo informa­tivo se limita sólo a la realidad de los medios de difusión y las nuevas tecnologías, lo que dejaría sin explicar por qué hablamos de sociedad informacional: ¿sólo por la presencia de nume­rosos medios de comunicación en nuestra vida cotidiana?, ¿en razón del carácter tecnológico que adquiere la civilización contemporánea?, ¿o más bien por la constatación de una nueva forma cultural de relación con el entorno y con nosotros mismos, más allá de la revolución tec­nológica y del papel instrumental de los medios de información?.

Ciertamente, parece cuando menos arriesga­do reducir la información a un problema de canales, a limitar su papel a las formas institu­cionalizadas de la industria de la comunicación, porque en el fondo se estaría proponiendo una concepción instrumental de la información, y lo relevante de la sociedad informacional es preci­samente su complejidad, la riqueza conceptual y práctica y el abanico de posibilidades que ofrece, así como el carácter contradictorio y hete­rogéneo de los niveles y ámbitos de la sociedad implicados en el propio concepto de informa­ción.

La información trasciende la realidad de los propios medios. Se habla de la información como señales en el ámbito de las telecomunica­ciones, en política la información se asocia con el concepto ilustrado de público, mientras que en biología se entiende como medida energéti­ca, en cibernética como un factor de regulación de sistemas, en economía como un valor agre­gado, y en educación como un contenido de aprendizaje. En todos estos y otros muchos ámbitos sociales se utiliza el concepto de infor­mación, por lo que el sentido mediático no sólo empobrece la visión compleja de la sociedad contemporánea, sino que cercena además la posibilidad misma de comprensión de la reali­dad cultural.

La información como concepto abarca una infinidad de manifestaciones culturales frag­mentarias, diversas, múltiples y contradictorias. La necesidad de fijar un concepto unívoco, uni­versal y aceptado en forma consensuada por científicos, usuarios y diferentes grupos sociales es hoy un objetivo inalcanzable. Obsérvese sólo la amplia cantidad de sentidos, significados y percepciones que están presentes en las diferen­tes interpretaciones que tiene el término infor­mación para un profesor de formación profesio­nal, para un periodista, para un ingeniero de sis­temas informáticos, para un publicista, para un político, para un militar o para un geógrafo o un sociólogo.


¿Qué es información?

En su origen, información proviene de la palabra latina "informare", que comprende dos acepciones "poner en forma" y "dar forma a". La información es una forma de representación de un objeto, idea o noción, que resulta por la acción selectiva de un sujeto que capta, ordena y formaliza datos del ambiente para estructurar­los en función de una intención comunicativa. Este mismo texto constituye un ejemplo de información: El autor ha seleccionado de un repertorio de elementos una serie de signos que, combinados conforme a unas reglas preestable­cidas y con una clara intencionalidad pedagógi­ca, ha dado lugar a una comunicación. La infor­mación es, por tanto, una forma de construcción de significado que remite a una situación o acción comunicativa. Paradójicamente, sin embargo, por influencia de los medios de comu­nicación, la información es entendida como una forma objetiva de ciframiento y representa­ción de la realidad. Es común que se hable de los medios de difusión como una ventana abier­ta al mundo, y de la información como una representación objetiva o descriptiva de la reali­dad. Pero nada más alejado precisamente del sentido de la información como contenido del proceso de comunicación. Cuando alguien , por ejemplo, está escribiendo un texto como este ha procedido a elegir no sólo el lenguaje, el código, el medio, el estilo y el orden de exposición didáctica, sino incluso el tipo de contenidos objeto de la comunicación, a través de un pro­ceso de codificación y formalización informati­va que admite otras muchas posiblidades a la hora de ordenar las ideas, con otro lenguaje, en otro soporte distinto, con estilos y discursos de lo más diversos y con estrategias de escritura diferentes.

La información, por otra parte, del mismo modo que no es objetiva no puede ser entendida como una forma literal. Quien lee estas líneas no está realizando una única lectura posible, ni obtiene un contenido de significación lineal que representa fielmente la realidad tal cual es o pre­tende mostrarla el autor, sino que está procesan­do la información tal cual la vive, en el proceso de lectura está infiriendo ciertas ideas, recor­dando otras, está cuestionando el texto, inte­rrogándolo, haciendo dobles lecturas, interpre­taciones propias, habrá centrado su interés en ciertas ideas , desestimando otras y , quizás tam­bién, haya olvidado unas cuantas, sino la mayoría, porque, en verdad , la información lejos de ser una medida objetiva de formaliza­ción y representación con signos de la realidad, es una forma de producción conjunta de la sociedad en el acto de la comunicación. La información no es un producto cerrado sino un proceso de interacción significativa. La infor­mación, por tanto, no es sólo una forma, sino la relación entre una figura y un contenido que admite múltiples significados y sentidos contra­dictorios, porque todo texto, toda novela, por ejemplo, admite interpretaciones distintas, como diversas e infinitas han sido las opciones del autor al escribir la obra. El mito de los medios de difusión como ventanas o espejos de la realidad, y de la información como una des­cripción objetiva no se sostiene por tanto, salvo a partir de ciertos presupuestos ideológicos y desde una limitada y funcional visión de lo informativo en la cultura contemporánea.

Acepciones y Programas de Investigación

El sentido que se da actualmente a la infor­mación se ha desarrollado a partir de dos enfo­ques generales: el modelo informacionista y el modelo cultural. En el modelo informacionista, la información es considerada una forma neutra de representación, entendida como la relación lineal entre un significante y un significado. Este es el modelo mecánico que domina tradicionalmente el estudio de las nuevas tecno­logías, el modelo por lo tanto de desarrollo de la informática, en el que la información es una medida, una señal, más allá de quien la constru­ye, y, sobre todo, de quién y cómo la recibe. En el modelo cultural, por el contrario, la informa­ción es una forma de construcción del sentido, de puesta en escena de las representaciones sociales, un medio para el encuentro y la actua­ción de los sujetos. Así por ejemplo una novela como "Rayuela", de Julio Cortázar, no es sólo una arquitectura de textos, sino una construc­ción de imaginarios, significados y formas evocativas con los que el lector puede recrearse, más allá de lo que escribió o quiso transmitir el escritor argentino.

La importancia de la información

Hoy en día la información es una manifestación y un fenómeno omnipresente. La información atraviesa y organiza la mayoría de las actividades sociales; por eso se denomina a la actual sociedad, sociedad de la información.
Debido al papel determinante que cumple la información en la actividad social, las sociedades contemporáneas tienden a organizarse como sociedades informacionales.
En el ámbito de la cultura, la información explica cómo construimos nuestra identidad cultural, ya que los saberes, normas, valores y procesos de cambio social se transmiten de una generación a otra.
Por otra parte, la información tiene un significativo valor económico, pues es recurso valioso y útil para la producción de nuevas actividades económicas.
Del mismo modo, la información tiene cada día una presencia más importante en política, educación y sociedad, ya que es común tratar de estos aspectos en función del carácter informacional que tienen.

La importancia de la información

La información se presenta hoy en la vida coti­diana como una manifestación y un fenómeno omnipresente. En cada uno de los actos diarios, existe un componente informativo que media el proceso social en el que todo individuo desa­rrolla su actividad. No se trata sólo del abun­dante número de periódicos, revistas, progra­mas de radio y televisión, o las múltiples bases de datos electrónicas que están a disposición del usuario. Más allá de la posibilidad de con­sumo, la información atraviesa y organiza la mayoría de las actividades sociales, de ahí que se denomine a las actuales sociedades, socieda­des de la información.

En efecto, la sociedad contemporánea es una sociedad informacional, pues la información cada día cumple una función más determinante en todos los ámbitos de la actividad social. En el ámbito de la cultura, la información es el factor que explica qué y cómo construimos nuestra identidad cultural, pues en el fondo la socializa­ción es un proceso de transmisión, adaptación y producción de información y conocimiento social sobre el entorno. Los saberes que se transmiten de una generación a otra, los nuevos conocimientos sociales, las normas, los valores, e incluso los procesos de cambio social cobran vida a través de diversas formas codificadas que aprehendemos más o menos formalmente. Por otra parte, la información tiene en las socieda­des contemporáneas un significativo valor económico. Se habla de la sociedad informacional como una sociedad regulada por el valor que agrega al proceso de producción el componente informativo. La información es pues un recurso valioso y útil para la producción, tanto a nivel de la empresa, al organizar los insumos, los recursos humanos y los procesos de organiza­ción institucional respecto al entorno, como también entendida como una fuente de nuevas actividades económicas (industria informática, sector educativo, industria del entretenimiento, telecomunicaciones, etc ... ).

Del mismo modo, en el campo de la política, la educación o la sociedad, la información tiene una presencia cada día más importante, pues, como se puede vislumbrar, son numerosos y sig­nificativamente amplios los aspectos que for­man parte de la nueva cultura informativa, y es ya un lugar común el tratar cada uno de estos aspectos en función del carácter informacional que actualmente adquieren a través de los avan­ces tecnológicos, hasta el punto que se concibe la sociedad como un sistema de comunicaciones internas y externas. Ahora bien, ¿cuál es el origen de tales plan­teamientos y el contexto de referencia en el que manejamos tales conceptos? . . .
Aunque la información es ya considerada una experiencia natural en la cultura contemporá­nea, la conciencia de su manifestación y el sen­tido de sus aplicaciones y conceptos teóricos son relativamente nuevos.







Historia, modernidad y desarrollo social

Aunque la información se ha convertido en una experiencia natural de la cultura contemporánea, el sentido y la importancia de lo informativo es relativamente nuevo.
La cultura informativa es un fenómeno urbano, vinculado al proceso de modernización. El desarrollo de las ciudades establecerá el marco idóneo de diversificación de intercambios económicos, políticos y culturales, por ello se hará cada día más importante el acceso, control y difusión de la información. La información como problema se contextualiza a partir de las revoluciones modernas que establecen el valor de la información como un componente estratégico para el saber, el desarrollo y el ejercicio del poder.

La información como problema es un ele­mento estratégico del desarrollo social y del proceso de modernización. Es por ello que debe ser contextualizado históricamente a partir de las revoluciones modernas, que marcan el ori­gen del periodismo en la organización de la cul­tura pública y establecen el valor de lo informa­tivo como un componente estratégico para el saber, el desarrollo y, por supuesto, el ejercicio del poder. Este es, en efecto, el origen de la cul­tura informativa actual, que surge socialmente como fenómeno vinculado a la nueva clase hegemónica, la burguesía, y a las nuevas rela­ciones de producción que introduce el capitalis­mo. Ello no significa que en la premodernidad, en la Antigüedad y en otras civilizaciones no existan formas diversas de transmisión de cono­cimientos, de medios, símbolos, estructuras y procesos de producción de información. La diferencia estriba en la importancia cuantitativa y el significado cualitativo que adquiere la información en la modernidad.

La cultura informativa es, en lo esencial, un fenómeno urbano, público y social, cultural-mente vinculado con el proceso de moderniza­ción. El desarrollo, de hecho, de las ciudades establecerá el marco idóneo de diversificación de los intercambios económicos, políticos y cul­turales, un espacio pues para el encuentro en el que cada día se hará más importante el acceso, control y difusión de la información. El carácter público de la nueva sociedad capitalista marcará el inicio de nuevas formas de interacción social y, también, de nuevas pautas de consumo de la cultura, cada vez más mediada por soportes e instituciones especializadas en la producción de saber y conocimiento. La ciudad va a ser, de este modo, el ámbito histórico en el que las sociedades modernas desarrollen los sistemas de información y su consumo público, en un proceso de industrialización acelerada.




Información, producción y cultura

Las necesidades de producción económica y desarrollo social, vinculan la información a la modernidad.
Todos los medios de comunicación y las nuevas tecnologías van a aplicarse a partir de las necesidades económicas de la empresa.
Los nuevos sistemas de información nacionales aparecen asociados a las redes de comercio e intercambio económico, y las grandes agencias de noticias, como Reuters, surgen de las redes financieras internacionales de los magnates capitalistas. Por otro lado, el desarrollo de los primeros medios de información nacionales, los sistemas ferroviarios, de correos y de telégrafos, juega un papel determinante en el proceso de unificación y expansión económica de los Estados-nación.
En el ámbito nacional, los medios de información van a contribuir al logro de un  nuevo sistema de producción industrial y una nueva cultura pública masificando las formas de consumo y unificando las manifestaciones culturales, en favor de las necesidades de la industria y el desarrollo del capitalismo.

Información, producción y cultura

La información, como producto histórico vinculado a la modernidad, debe ser pensada a partir de las relaciones entre producción econó­mica y desarrollo social. Todos los medios de comunicación y las nuevas tecnologías van a aplicarse a partir de las necesidades económicas de la empresa. En el mismo sentido, el surgi­miento de los sistemas nacionales de informa­ción aparecen asociadas a la suerte de las redes de comercio e intercambio económico. Algunas de las actuales grandes agencias de información internacional como la agencia de noticias Reuter se van a ir conformando a partir de las redes financieras internacionales de algu­nos de los principales magnates capitalistas. Por otro lado, el desarrollo de los sistemas ferrovia­rios, de correos y telégrafos, o los primeros medios de información periodística nacionales van a jugar un papel determinante en el proceso de unificación y expansión económica de los modernos Estados-nación.

En el ámbito nacional, inicialmente, las nece­sidades económicas del nuevo sistema de pro­ducción industrial exigían una creciente deman­da de conocimiento científico-técnico y una nueva cultura pública: los medios de informa­ción van a contribuir en buena medida al logro de estos objetivos, masificando las formas de consumo y unificando las diversas manifesta­ciones culturales, en función de las necesidades de la industria y del desarrollo del capitalismo.



El contexto de la sociedad de masas

En el futuro la información será omnipresente.
La información estará en los distintos modelos de producción; en el modo de organizar el tiempo en la jornada laboral, en las rutinas de trabajo, y en la vida diaria; en los anuncios luminosos, la radio, el periódico, que atraparán al trabajador tras su jornada laboral.
En este marco adquirirán relevancia los problemas de la información, en los que los medios de información impondrán un nuevo universo en la sociedad de masas. Del mismo modo que el fordismo producía los automóviles en cadena y necesitaba una nueva norma de consumo, la información recrea al "homo consumens" con el nacimiento de la publicidad, los sistemas informativos e incluso las investigaciones sobre los efectos intencionales de distribución de información y convencimiento público.

El personaje de Chaplin en "Tiempos moder­nos" muestra la imagen del nuevo contexto social en el que la información y la nueva cultu­ra pública, ligada a la actividad de los medios de comunicación, van a adquirir su más importan­te papel. La información estará presente en los futuristas modelos de producción, codificados en forma de máquina y en forma de organiza­ción de tiempos y rutinas de producción, pero a la vez estará presente en la vida del personaje en su deambular solitario y marginal por las calles de la gran ciudad : en los anuncios luminosos, en los carteles, en la música de los cafés, en la radio, en el periódico o en las novelas románti­cas con los que el trabajador escapa de la gris realidad de la máquina cibernética a la que per­manece ligado en el proceso de producción.

Este, en efecto, va a ser el marco en el que empiecen a adquirir relevancia social y científi­ca los problemas de información, vinculados claramente a los retos de la revolución indus­trial, a la nueva realidad de la organización científica del trabajo y a la industrialización acelerada, en la que los medios de información impondrán un nuevo universo simbólico en la llamada sociedad de masas.

Si el fordismo logra la producción masiva y en cadena de automóviles seriados, listos para ser consumidos, el sistema social necesitaba crear el deseo de adquisición de los productos, estableciendo una nueva norma de consumo de masas. Para ello, el sistema económico recurrirá al papel persuasivo, manipulador y propa­gandístico de los medios de información. No es causa que el sistema informativo y la profesión periodística se consoliden históricamente en Estados Unidos cuando más necesaria es la pro­ducción masiva de mensajes publicitarios, con el fin de que el consumidor adquiera y se iden­tifique con los nuevos productos del sistema industrial. La información recreará de este modo al "homo consumens" en un proceso que marca no sólo el nacimiento de la publicidad, los sistemas informativos y los expertos o pro­fesionales de la información y la comunicación (periodistas, publicitas, expertos en relaciones públicas, propagandistas, locutores , realizado­res, guionistas, etc . . .), sino incluso las prime­ras investigaciones en comunicación centradas en los efectos intencionales del sistema de dis­tribución de información y convencimiento público. De hecho, el sentido de muchos de los modelos de la comunicación que surgen en este período en Estados Unidos, aún hoy dominantes en el estudio de la realidad sociocomunicacional, nacen a partir de esta necesidad imperiosa de imponer la nueva norma de consumo de masas, reproduciendo de este modo el mismo modelo que las fábricas Ford habían introduci­do en el proceso de trabajo mediante la lógica de la cadena de montaje y del domino de la máqui­na, en la que obreros como el personaje retrata­do por Chaplin verán controlados no sólo sus movimientos de trabajo sino hasta sus más ínti­mas actividades, convertidos, como afirmara el propio Ford, en verdaderos "simios amaestra­dos".

Información versus conocimiento

La información está mucho menos estructurada que el conocimiento: de hecho, gran parte de la información consiste en hechos aislados y no relacionados.
En general, la información presenta una forma incoherente que se puede ordenar en la memoria humana solamente cuando se ha llegado a asociar con alguna estructura preexistente de entendimiento y llega a formar parte del conocimiento de una persona.
La consecuencia que se quiere señalar es la progresiva disminución de la importancia que se da al conocer como acumulación de conocimientos. "Conocer" es hoy algo más que ser capaz de reproducir nombres, hechos y conceptos. Pues  de día en día crece la distancia entre lo que el ser humano es capaz de "recordar" y el volumen total de información. Y pocos años después de terminar los estudios universitarios se descubre que una parte importante de lo que "se estudia" ha quedado obsoleto.
En consecuencia la enseñanza debe cambiar y esto se refleja en dos aspectos: la menor importancia que debe darse a la reproducción de conocimientos, y la mayor importancia que debe darse al desarrollo de destrezas en el acceso a la información.
Entre los principios que refuerzan el carácter comunicacional del proceso informativo se destacan:
Las necesidades e intereses del receptor mediatizan los modos de condensación y simplificación de la información, el sentido y la relevancia que adquieren unos mensajes y otros.
La sobrecarga afectiva y psicológica, el sentido atribuido a la situación comunicativa y las mediaciones del contexto cultural en el que el receptor recibe los mensajes, determina el significado que adquiere la información.
El proceso informativo como forma activa de apropiación y construcción, en el que se negocian interpretaciones, representaciones de la realidad a partir de la situación práctica y concreta en la que los destinatarios reciben los mensajes.

Las situaciones en las cuales el sujeto se convierte en actor, investigador y productor del conocimiento a partir de sus realidades vivenciales, facilitan el aprendizaje.

El interés de las personas por una determinada información, su tratamiento, el umbral de recepción de las mismas y el olvido, son factores que influyen directamente en la captación de la información.
No toda información es vitalmente útil y valiosa.
La información descontextualizada del entorno vital del alumnado adquiere bajo valor cognitivo.
De toda la información que recibimos a diario, sólo una mínima parte nos es significativa o relevante.

La naturaleza ecológica del conocimiento demuestra que sólo puede haber aprendizaje significativo cuando el sujeto de la educación se convierte en actor, investigador y productor del conocimiento a partir de sus realidades vivenciales. Por ello, la perspectiva sistémica de la información en relación al conocimiento y el aprendizaje debe partir, según el paradigma cul­tural, de varias premisas:

1.  No toda información es vitalmente útil o valiosa. Del flujo diario en la radio o la televisión sólo una mínima parte nos es significativo o  relevante en términos generales. Igualmente, la educación puede for­malizar una gran cantidad de informacio­nes para su transmisión, que  Descontextualizadas del entorno vital del alumnado adquieren bajo valor cognitivo y cultural.

2.  La transmisión de información no se ajus­ta siempre al sentido del efecto deseado. Son habituales en el proceso informativo las lecturas  desviadas, perversas o diferentes de un mismo mensaje. En la publicidad, por ejemplo, un mismo anuncio sobre la integración de una minoría étnica marginal admite diversas lecturas de la audiencia, a partir del marco cultural e ideológico con el que cada receptor se enfrente a la lectura del  sentido del mensaje.

3.  El umbral de recepción y decodificación de información y conocimiento es además limitado. Existe un límite físico y psicoló­gico en la recepción de la información. Por ejemplo, en el sistema educativo cada día se muestra menos importante la transmisión de determinadas cantidades de infor­mación y conocimiento que el aprendizaje procesal de cómo acceder a esa informa­ción, cómo leer, decodificar o criticar los mensajes, sobre todo tomando en cuenta que la capacidad de almacenamiento de información del ser humano es más bien mínimo en comparación con los sistemas electrónicos de acumulación y difusión de información. El exceso de información por tanto, lejos de garantizar un mejor aprendi­zaje, genera ruido y pérdida de capacidad de comprensión en los sujetos de aprendi­zaje.

4.  El olvido, por último, es un proceso con­sustancial al consumo de información. Si la comunicación es un proceso íntimamen­te humano, el olvido es una de las carac­terísticas más específicas de los sistemas de comunicación social. La computadora no tiene memoria ni experiencia, pero el individuo tiene una historia, una biografía vital, un contexto a partir del cual otorga sentido y asigna valor a la información como objeto de la interacción comunicati­va. En este sentido, el proceso de comuni­cación social implica un proceso de selec­ción y un proceso de discriminación infor­mativa a partir de los intereses, necesida­des, valores y contextos vivenciales de los propios sujetos.

En otras palabras, la comunicación debe par­tir de la limitación individual, grupal y colectiva en el acceso y recepción de información, así como sobre todo de los intereses, los contextos culturales, las orientaciones y la actividad social de los destinatarios de la información, porque más que la instancia última del proceso infor­mativo, estos son los actores e iniciadores que guían o determinan la interacción comunicativa.

La nueva teoría crítica de la recepción esta­blece, a este respecto, varios principios que refuerzan el carácter comunicacional del proce­so informativo y la naturaleza ecológica y cons­truida del conocimiento y las representaciones sociales:

a.      Por un lado, el nuevo planteamiento de la recepción establece que las necesidades e inte­reses del receptor mediatizan los modos de con­densación  y simplificación de la información y el sentido y relevancia que adquieren unos men­sajes y otros.

b.     La mayor o menor sobrecarga afectiva y psicológica, el sentido atribuido a la situación comunicativa y las mediaciones del contexto cultural en el que todo receptor recibe los men­sajes determina finalmente el significado que adquiere la información desde la experiencia vital de los actores sociales.

c.      Pues, principalmente, el procesamiento de información comprende aspectos importantes de sentido, cognición y percepción individuales, al ser el proceso informativo una forma activa de apropiación y construcción dialógica, en el que se negocian interpretaciones, representacio­nes de la realidad, cosmovisiones del mundo y significados sociales, a partir de la situación práctica y concreta en el que los destinatarios reciben los mensajes.

En otras palabras, más que un proceso de transmisión lineal de la información los siste­mas informativos construyen y representan una realidad abierta a la participación, a la interpela­ción y adaptación significativa de los consumi­dores, a partir y en torno a sus propias realida­des vivenciales.

Transmisión de la información

La transmisión de la información no se ajusta siempre al sentido del efecto deseado. Son habituales en el proceso informativo las lecturas desviadas, perversas o diferentes de un mismo mensaje.
En publicidad, por ejemplo, un mismo anuncio sobre la integración de una minoría étnica marginal, admite diversas lecturas de la audiencia, a partir del marco cultural e ideológico con el que cada receptor se enfrente a la lectura del sentido del mensaje.

Umbral de recepción

El umbral de recepción y decodificación de información y conocimiento es limitado. Es por ello por lo que en el sistema educativo cada día adquiere más importancia el aprendizaje de cómo acceder a determinada información, en detrimento de la transmisión de determinadas cantidades de información. Existe un límite físico y psicológico en la percepción de la información. El exceso de información, lejos de garantizar un mejor aprendizaje, genera pérdida de capacidad de comprensión en los sujetos de aprendizaje.

Olvido

El olvido es un proceso consustancial al consumo de información. Si la comunicación es un proceso íntimamente humano, el olvido es una de las características más específicas de los sistemas de comunicación social. El proceso de comunicación social implica un proceso de selección y un proceso de discriminación informativa a partir de los intereses, necesidades, valores y contextos vivenciales del propio sujeto.

El análisis de la información

El modo de comunicar una misma información puede dar lugar a interpretaciones distintas. Cada uno de los diarios hace una interpretación de la información y es la que da como válida a sus lectores. Utiliza para ello los recursos lingüísticos y fotográficos que cree oportunos con el propósito de posicionar a los lectores tanto a favor como en contra de la huelga. Para ello han utilizado una estructura sintáctica determinada y un uso válido de palabras de choque para que el lector esté de acuerdo o no. Son palabras de choque: patria, terrorismo, confesar, apalear, destruir, drogadicto, entre otras. Hay que destacar que los medios dan excesiva importancia a los temas políticos y al periodismo que coincide mejor con los intereses de las grandes empresas que concentran medios de comunicación.

La información se percibe muchas veces como el conjunto de técnicas y prácticas de selección, procesamiento, aplicación y difusión de textos, discursos y contenidos de la actualidad. Esta forma de considerar lo informativo se limita sólo a la realidad de los medios de difusión y las nuevas tecnologías, dejando sin explicar porqué hablamos de sociedad informacional: ¿sólo por la presencia de numerosos medios en nuestra vida cotidiana?, ¿por la constatación de una nueva forma cultural de relación con el entorno, más allá de la revolución tecnológica y el papel instrumental de los medios de información?

El sentido que actualmente se da a la información se ha desarrollado a partir de dos enfoques generales: el modelo informacionista y el modelo cultural. En el modelo informacionista, la información se considera una forma neutra de representación, entendida como la relación lineal entre un significante y un significado.
En el modelo cultural, la información es una forma de construcción del sentido, de puesta en escena de las ideologías sociales.

FIN

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